La maldición de WhatsApp: la Navidad (I)

Aún recuerdo el tiempo, cuando llegó el Whatsapp a nuestras vidas, en el que pensé ¡qué maravilla de aplicación! Yo fui de las afortunadas que tuvo BlackBerry, que ya contaba con una aplicación parecida, aunque solo para los usuarios de este tipo de teléfono, y el hecho de poder enviar y recibir mensajes cortos sin coste adicional me parecía el no va más de la comunicación.

WhatsApp posibilitó la universalización de los servicios y a mí, ya acostumbrada a un uso similar, me pareció el mejor de los inventos. El hecho de poder avisar rápidamente de un retraso en una cita, de un cambio, de una necesidad urgente, o recibir información de mi hija (bastante reacia a la llamada) sobre si estaba bien o su hora de llegada, se me presentaba como una bendición.

Pero tardó poco en perder su aura de perfección para ir prostituyéndose poco a poco hasta convertirse en una maldición que desearía, (soy consciente de lo difícil que es), poder eliminar de mi existencia.

Una de las primeras manifestaciones de la maldición que traía aparejada llegó con la Navidad, y desgraciadamente parece que no va a desaparecer.

Recibías una felicitación ingeniosa e inmediatamente la reenviabas a por lo menos la mitad de tu agenda. Resultado: la misma felicitación te llegaba varias decenas de veces, a la tercera ya no te hacía gracia y con la cuarta empezabas a odiar al que te la envió. ¡Lo que me costó descubrir el método para que no se quedara guardado en la memoria todo lo que abría en la aplicación! Al principio tenía que dedicar un tiempo precioso en limpiar una y otra vez la memoria del teléfono, colapsada ante la avalancha de mensajes.

Pero es que, además, la Navidad parece tener un efecto transformador en la gente gracias a WhatsApp. Personas con las que no has tenido trato a lo largo del año, con las que quizá quisiste hablar por algún motivo pero que no respondieron nunca, que jamás preguntaron por tu salud (y mira que el momento es propicio a interesarse en este tema), que no se preocuparon por si te iban bien o mal las cosas (que también está el momento un tanto complicado), en definitiva, que te demostraron que no les importabas en absoluto, de pronto te envían mensajes navideños en los que ensalzan la paz, el amor y, sobre todo, la amistad. ¿Amistad? ¿Qué amistad?

Los que son buenas personas lo son todo el año, y no, WhatsApp no te convierte en buena gente, por muchos mensajes lacónicos que envíes.

Y por si sirve de ayuda: el teléfono, por muy inteligente que sea, también sirve para llamar.

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