- comunicación
- María Victoria de Rojas
Retomo este artículo que publiqué allá por el año 2018. Es triste, muy triste, que no solo siga vigente sino que el problema se haya agravado terriblemente. A la temible @ contra la que llevo años luchando, ahora hay que incluir la X y no sé cuántas estupideces más.
Quizá sea pesada, pero vuelvo a reiterar que no pienso dejar de hablar y escribir correctamente, y que el problema lo tendrá quien se sienta excluído u ofendido, no yo.
Hace unos días que una plataforma de mujeres, en esta ocasión respaldada por un medio de comunación escrito y una televisión, celebraba una gala. En la foto final, que se ha aplaudido una y otra vez, no hay ni un solo hombre. Las mujeres que aparecen son, en su gran mayoría, defensoras a ultranza de las cuotas y llevan hasta el extremo el cumplimiento de la ley de paridad. Sentí vergüenza. Simplemente.
«Se acerca del 8 de marzo y con él se agudizan las muestras de ese feminismo, que para nada comparto, en el que el hombre y todo lo que tenga que ver con el género masculino se convierte en un enemigo a abatir.
Creo que es un día para luchar, pero de manera muy diferente. Todavía quedan muchos rincones en el mundo en los que la mujer carece de derechos, donde es violada sin que los culpables sean castigados, donde las niñas son mutiladas, donde se las casa en su más tierna infancia, donde se las denigra, se las vende…, y es necesario recordarlo y mover conciencias para que todo esto deje de una vez de suceder. Y aquí, y solamente aquí, es donde creo que un día como el 8 de marzo es real y absolutamente necesario.
Para luchar contra estas lacras de la sociedad siempre podrán contar conmigo, pero no es un día para perderlo en tonterías.
Hace unos días que se celebró la fiesta del cine español. Como ya pasó en otra ocasión con la comparsa de la ceja y la guerra (y digo comparsa porque los carnavales nunca quedan muy lejos), este año tocó reivindicar el papel de la mujer. Nunca pensé que en algún momento de mi vida pudiera sentirme cerca de Arturo Valls y, sin embargo, así es. Ha tenido el coraje de decir en voz alta lo que muchos pensamos y sin embargo la mayoría calla. Los premios Goya son para celebrar el cine, para hablar de sus éxitos y también de sus problemas, de lo poco que en España nos ocupamos de la cultura o de lo cara que resulta. Y no para perderlo en reivindicaciones que nada tienen que ver con él.
Pocos días después volvieron a alzarse las mismas voces para criticar a un presentador de televisión que declaraba ganador de un concurso a una mujer. Más de diez mil aspirantes se presentaron a las diversas pruebas para acceder al concurso ¿fueron mayoría las mujeres? Me parece tan absurdo… Es como perderse en los flecos de un mantón de manila y olvidar los bordados. Que Amaia ganara el concurso con una voz que a mí se me cuela bajo la piel, se ha quedado en segundo término. Lo realmente importante de un programa que ha vuelto a reunir a millones de espectadores frente a un televisor, es que el presentador, haciendo un exquisito uso del lenguaje, no se equivocó y la declaró ganador, como debía ser, pero no gustó a un cierto sector de la población que se debió saltar cada una de las clases en las que se explicaba la gramática castellana.
Pero lo mejor de estos días previos a ese 8 de marzo que se pierde en objetivos que en su mayoría no comparto, han sido las redes sociales. Desde mi pequeña parcela llevo años luchando contra las voces que me dicen que tengo que sustituir la última o de ejecutivos por la arroba, para ser inclusiva. A lo que no tengo más remedio que contestar que la @ no es una letra y que, como medio de comunicación escrito, no me parece correcto saltarme las normas gramaticales. Me asaltan las asociaciones de mujeres, esas que defienden la ley de paridad, pero que no admiten hombres entre sus filas, cada vez que en una fotografía de familia tras unos premios no existe una representación del género femenino que les satisfaga. Pero no saben darme respuesta cuando les pregunto a qué género pertenecen las empresas, que son las destinatarias mayoritarias de los premios. Me desespera acudir a presentaciones o conferencias que se hacen eternas con el desdoblamiento de género. Y aquí en donde las redes sociales me han hecho francamente feliz en los últimos tiempos al hacer circular el siguiente mensaje: Si dices “portavozas” y dices “miembra”, entonces tampoco eres un “Cargo Público” sino una “Carga Pública”.
¡Ole! ¡Ole! Y ¡olé!
¡Bendito castellano que ha sabido defenderse utilizando las mismas armas con las que es continuamente atacado! Es mi idioma, lo adoro y, en ocasiones, me hace profundamente feliz.»